MITOS CELTAS Y DE LA GALIA (segunda parte)

También los animales eran objeto de culto y veneración entre los galos. Algunos grupos tribales llevaban el propio nombre de un determinado animal para, así, mostrarle la veneración y el culto debidos.

Por ejemplo, la tribu de los "Tauriscí" recibía ese nombre porque sus componentes estaban considerados como "los hombres y mujeres del Toro". Los "Deiotarus" pertenecían al grupo del Toro deífico. Los "Lugdunum" eran llamados así porque habitaban en la colina del cuervo. Los "Ruidiobus" aparecían asociados al jabalí y al ciervo. La tribu de los "Artogenos" era un pueblo ligado a la existencia de animales como el oso. Y hasta había una diosa que recibía el nombre de "Artío", y aparecía representada con la figura de una osa.

Lo cierto es que existen numerosas representaciones artísticas que muestran la importancia que, entre los celtas, adquiriría el totemismo animal. También abunda una especie de legislación no escrita, que es una consecuencia directa de esta consideración sagrada de los animales, por la cual los pobladores celtas se mostrarán escrupulosos a la hora de conseguir sus alimentos. Por ejemplo, entre los celtas no se consumía carne de caballo, puesto que éste era uno de los animales considerados sagrado, y exclusivamente destinados a menesteres bélicos.

Animales como la liebre, eran utilizados por los pobladores galos con fines relacionados con la predicción profética y la visión futura. También el pollo, el gallo y la gallina eran animales venerados por los galos, y su carne no podía comerse.

Lo curioso es que, al lado de tanto respeto por los animales, los galos practicaban sacrificios cruentos de seres humanos que ofrecían a unas deidades consideradas despiadadas. Entre estos dioses, cabe destacar a Esus, Teutatés y Tarann; el primero de ellos era un dios leñador, considerado como dueño y señor de campos y vidas. Era muy similar a un dios secundario del panteón clásico, especialmente del romano, que tenía los mismos atributos que la deidad gala, y que llevaba por nombre Herus.

El segundo de ellos estaba considerado como un dios relacionado con la población, con el pueblo, pues "Teutatés" guarda relación con una palabra celta que significa pueblo. No parece, por lo demás, que tenga mucho que ver con la existencia de una deidad sanguinaria que exige vidas humanas. 

El último de los tres enumerados, Tarann -también llamado Taranis-, deriva su nombre de la palabra gala tarah, que significa "relámpago", y estaba considerado como el dios del fuego y de las tormentas. También aparecía, a veces, como una deidad relacionada con otros elementos esenciales distintos del fuego, tales como el agua, el aire y la tierra, sobre los que incidiría como una especie de principio activo.

También se le ha relacionado con el conocimiento y la intuición, por lo que no parece que sea un dios detentador de tamaña barbarie como era el sacrificio de vidas humanas. 


Y puesto que la mitología gala contiene más de cien deidades, la variedad está asegurada. Es decir, que al lado de los anteriores, considerados por los narradores de mitos como sanguinarios, existen otros de características radicalmente opuestas. Por ejemplo, en este sentido, cabe citar al benéfico y altruista, si es que se me permite la expresión, dios celta Dagda. Este era conocido por el atributo del caldero de la abundancia -entre los celtas, el caldero era uno de los objetos cargados de simbolismo mágico y mítico, pues en su fondo se guardaban las esencias del saber, de la inspiración y de la extraordinaria taumaturgia-, con el que alimentaba a todas las criaturas. Y, no sólo quedaban satisfechos de forma material, sino que también, quienes acudían al caldero próvido de Dagda, sentían saciadas sus apetencias de conocimiento y sabiduría.

Otra cualidad del dios Dagda era su relación directa con la música, y con su poder evocador. Uno de sus atributos, precisamente, era el arpa; instrumento que manejaba con maestría y arte, y que le servía para convocar a las estaciones del año. Arrancaba, también, tan suaves melodías a este instrumento que muchos mortales pasaban de este mundo al otro como en un sueño, y sin sentir dolor alguno, ni siquiera percatarse de ello.

El dios Dagda fue una especie de Orfeo céltico y, entre sus descendientes, cabe citar a Angus que cumpla entre los irlandeses las mismas funciones que el Cupido clásico. Angus era la deidad detentadora del afecto y del amor y, en vez de lanzar dardos o flechas, tiraba besos que no se perdían en el aire, sino que se convertían, después de haber cumplido, por así decirlo, su misión, en dóciles y delicadas avecillas que alegraban con su melodioso trinar la vida de los felices enamorados.

También tuvo Dagda una hija llamada Brigt que fue considerada por los celtas como la protectora de las artes declamatorias y líricas. Se la encomendó el patrocinio de la ciudad y, entre los galos, era quien guardaba el caldero del conocimiento, la sabiduría y la ciencia.

Hubo otros dioses celtas que casi eran réplicas perfectas de las deidades clásicas. Tal es el caso del dios Mider,cuyas características son muy similares al Plutón de los clásicos, pues estaba considerado como el dios que gobernaba sobre los abismos subterráneos e infernales. Siempre se le representa con un arco, que sabe manejar con extrema habilidad, y que le sirve para seleccionar a sus posibles víctimas, las cuales escoge tanto entre los héroes como entre los mortales. En ocasiones se le ha comparado con una especie de Guillermo Tell, galo.

Cabe también citar a otras criaturas que poblaban la región de los celtas y que guardan, también cierto paralelismo con otras similares en el mundo griego y romano. Se trata de seres de talla descomunal, y tamaño desproporcionado; de gigantes que, como el irlandés de nombre Balor, apenas podía mover sus párpados -se dice que tenían que sujetárselos con un horcón para que se mantuvieran levantados- y, sin embargo, era capaz de infligir a sus desgraciadas víctimas un daño irreparable, para el que no había lenitivo ni remedio alguno. Se trata del incurable mal de ojo. En la mitología clásica existen personajes parecidos entre la raza de los cíclopes, que tenían un solo ojo, de grandes proporciones, en medio de su despejada frente.


Otros héroes celtas legendarios, cuya prestancia difiere radicalmente de la del gigante Balor, son el rey Fionn y el héroe Bran. Del primero se dice que tenía tanto poder, que cuando se encolerizaba era capaz de cubrir de nieve toda Irlanda durante un largo espacio de tiempo.

Del segundo, se conoce una de sus más célebres empresas, la cual no es otra que la contenida en aquella legendaria narración, en la que se describe cómo el héroe mítico Bran, para librar batalla con sus enemigos, fue capaz de atravesar andando el mar de Irlanda.


También cabe mencionar la leyenda del más conocido de los reyes legendarios celtas, cuyas aventuras han quedado recogidas en escritos galos e irlandeses y, a quien se le presenta, ora como un dios, ora como un héroe inmortal y, en ocasiones, como un simple mortal que lucha contra el invasor anglosajón.

El ciclo medieval del Rey Arturo narra las hazañas de este personaje mítico que, por lo demás, ayudado en su lucha por deidades detentadoras de poderes maléficos y benéficos, a un tiempo. La importancia que se le atribuye al episodio de la búsqueda del Santo Grial, basado en una creencia medieval cristianizada, y la serie de personajes -como los Caballeros de la Tabla Redonda, Perceval y Lancelot, etc- y avatares que se suceden para descubrirlo, tiene ya un precedente en la más ancestral tradición celta. Es decir, en aquella que relaciona al héroe Arthur con el hallazgo del caldero mágico, del cual se apoderó pero, al ir a subirlo al navío se encontró con que su tripulación había crecido en demasía y no cabían en la nave. Lo cierto es que en Irlanda existen innumerables narraciones míticas, llenas de encanto y misterio, que han servido de inspiración, en numerosas ocasiones, a cualificados artistas y escritores de todos los tiempos.


más sobre hadas

Si bien, a veces, las hadas, son muy capaces de mostrarse adustas, sangrientas o incluso brutalmente vengativas, son también, sin discusión alguna, las mayores bromistas del mundo y su propensión a las jugarretas la comparten incluso las mejores hadas buenas. Estas travesuras fundamentalmente alegres resultan más evidentes cuando intervienen personajes como Hedley Kow:

 

Hedley Kow era un duendecillo, enredador más que maligno, que se aparecía en la aldea de Hedley, cerca de Ebchester. Su aparición no era nunca muy alarmante y solía terminar sus bromas con una risa de caballo a costa de sus víctimas. Se presentaba a alguna vieja mujer que recogía estaquillas para formar como un haz de paja, que tenía la seguridad de poder alzar y transportar. Entonces resultaba tan pesado que la mujer tenía que soltar su carga en el suelo, con lo que las pajas se “animaban”, se ponían de pie, y huían ante sus ojos, hasta que acababan por desaparecer ante su vista con gritos y carcajadas.

William Henderson, en sus Notes on the Fol.-Lore of the Northern Counties of England and the Borders (1879), también nos cuenta cómo a Kow le encantaba perturbar la vida de la alquería, pues se dice que imitaba constantemente la voz de los enamorados de las mozas, volcaba la olla de las berzas, le daba la nata a los gatos, deshilaba las labores de punto o estropeaba la rueca. Otros trucos favoritos de las hadas traviesas eran extraviar a los caminantes incautos (lo que a veces se denomina guía de los duendes) o asustar a las gentes.

Entretanto, la actitud de las hadas para con los humanos tiene una inclinación extrañamente moralista. Cuentan con que, en lo que a ellas se refiere, se adopte un determinado modo de conducirse, fijan elevadas normas de orden para los hogares humanos que suelen visitar, aunque prohíben la existencia de ojos curiosos cuando lo hacen. A las hadas les gustan los seres humanos alegres y generosos, y sienten especial simpatía por los enamorados. Les encanta que por las noches les dejen alimentos y vino, aunque son muy moderadas.

Las hadas de la colina Irlandesa aman con pasión la belleza y el lujo y sienten un absoluto desprecio por el ahorro y la economía. En sus Leyendas antiguas de Irlanda, lady Wilde abomina de la mano cerrada y cicatera que recoge el último grano y escurre la última gota de la colodra, y arranca la fruta de árbol hasta dejarlo desnudo, sin nada para los espíritus que vagan a la luz de la luna.

El perezoso y deshonesto será castigado con pellizcos, calambres y hasta con cojera y algo peor. La fregona que no recoge el fogón ni dispone agua limpia para que se bañen los hijos de las hadas lo hace a su riesgo, si bien una consciente atención a estos detalles pudiera proporcionarle una dádiva de dinero en su zapato al despertarse, además de mucha suerte…

La formalidad y la bondad, por regla general, se recompensan con la buena suerte. No obstante, quien recibe las gracias de las hadas no debe hablar de ellas, ya que su protocolo exige el secreto. Aunque parezca extraño, la conducta que se ha de seguir para mantener relaciones amistosas con las “buenas vecinas”, no sólo prohíbe que se revelen la ayuda o los dones a otros mortales, sino también toda expresión de agradecimiento. Si un ser humano agradecido tratase equivocadamente de dar las gracias a un industrioso pero harapiento espíritu travieso o demonio familiar, haciéndole el obsequio de un bonito traje, no recibiría gracias por ello, puesto que el pequeño salvador se ofendería y partiría para no ser visto jamás.

Otra extraña singularidad de la naturaleza feérica es la referente a los préstamos. Si un mortal tomase prestados utensilios o alimentos de un ser fantástico, le ofendería inmensamente si, por gratitud, le brindase más de lo que antes obtuvo prestado. En cambio, las hadas devuelven con generoso interés los préstamos de grano que se les hacen, si bien devuelven siempre cebada por avena.

Ocurre con frecuencia que los dones y recompensas de las hadas son puramente productos de la ilusión y pronto vuelven a sus formas primitivas.


ídem

"estoy convencido de que no soy una persona especialmente interesante. No hay nada especial en mí. Soy pintor, alguien que pinta todos los días de la mañana a la noche. Figuras, paisajes; de vez en cuando, retratos. Las palabras, habladas o escritas, no me salen con facilidad, especialmente cuando tengo que decir algo sobre mí mismo o sobre mi trabajo. (…) Si alguien quiere descubrir algo en mí (…) puede contemplar atentamente mis pinturas y tratar de descubrir a través de ellas lo que soy y lo que quiero"

Gustav Klimt